domingo, 8 de octubre de 2017

Día a día, tarde a tarde...antes y después.

Como casi cada tarde me siento en la terraza de la cafeteria, es la rutina diaria para romper la rutina de cada día. Me tomo el café con leche de rigor, debería ser bebida nacional, que no está mucho mejor que el local, pero ese tiempo me sirve para tomar el pulso al barrio, o pueblo según.
   Cuando llego unos gitanos "galleros" ocupan casí una ala de la terraza, así que me voy al otro lado, las peleas de gallos me producen náuseas y oír hablar de ellas también, por legales que sean.
  Tomo asiento tras el saludo de rigor a Don Jorge, alma del lugar, siempre sonriente y siempre con la broma dispuesta, energía positiva en vena. Pido mi consumición habitual y ,mientras espero, miro alrededor; un solitario anda con la nariz metida en su móvil, mientras el perro que le acompaña intenta llamar su atención; a mi espalda tres moteros sabiondos y entrados en años, mucha cana, poco pelo y barriguita saliente, andan dando clases al novato de turno, el mayor recordando glorias pasadas, el sabio de revista apóstolando sobre las virtudes y defectos de tal o cual máquina, y las batallitas del abúelo cuando cabalga una enduro, el novato diciendo que si a todo, no vaya a ser.
  Un poco más allá, en otra mesa un grupo de chicas de barrio cloquean como gallinas dispuestas a poner el huevo de la tarde, con risa escandalosa y alzando la voz para que los pollitos de la mesa contigua se den cuenta de que están allí. Son jóvenes y se creen guapas, repeinadas, maquilladas y perfumadas, sin saber que no hay maquillaje ni perfume que disimule la vulgaridad que sale de sus bocas, la falta de modales les cae por las costuras y les asoma por los escotes, son la generación del "aprobado como sea".
  Ellos, los pollitos de al lado, recién descubierto que son hombres, también hablan a gritos, con el tono de los que aún no han reafirmado su virilidad y tienen que hacerlo a gritos.
  En total tienen una educación pobre, un vocabulario menguado, una educación mínima; una mala suma para encontrar un empleo bien pagado si es que queda alguno, trabajan en lo que pueden o encuentran, por salarios de mierda que les permiten adquirir un coche para lucir plumaje, coches de quince años de antigüedad de marcas renombradas, con más kilómetros a sus espaldas que los Soyuz de la Unión Soviética.
  Carne fresca de Tito's y BCM que nunca sabe dónde despertará ni al lado de quién.

Entretanto llega el grupo de viejecitas, con sus blusas adornadas, vestidos floreados, los rizos y el tinte de peluquería de la mañana -hay que estar guapas- ,gafas de montura dorada o concha rosa y esa dentadura postiza que puede con todo. Entre ellas un par de hombres, uno con cara de resignación, el otro con cara de despistado; el resignado mira a su alrededor, mejor estar callado, demasiada mujer para que yo diga algo, piensa. El otro ,silencioso, con la mirada pérdida y en parte velada por las cataratas, es ahora un niño de pelo blanco-amarillento, porque su esposa le pone colonia al peinarlo para domar esas canas rebeldes; él no sabe dónde está, solo la sigue a ella, esa mujer a la que encuentra en su casa cada mañana y a la que no conoce , aunque le resulta familiar por las noches. Ella pide por él, y siempre acierta con lo que le gusta, es como si le conociera de toda la vida, se lo agradece con la mirada del olvido que impone el Alzheimer.
  Son los amigos de toda la vida, llegaron a esta tierra buscando lo que no había en la suya, una oportunidad de trabajo, una ocasión de vida mejor, ahora cada semana se reúnen para pasar revista...¿falta alguien?¿estamos todos?¿Qué sabes de fulanito? Cada vez son menos los hombres, la salud castiga al que más trabaja y pasa factura tras la jubilación. Les sirven el pedido y entre dulces, bocadillos, cafés con leche y alguna cerveza se abren los ánimos y afloran la cháchara y las sonrisas...seguimos vivos, que más da la exigua pensión, que los nietos no vengan o que los hijos nos olviden...seguimos vivos.

  En la terraza el grupito de pijas de barrio sigue a lo suyo, marcando tendencia, llamándose "gorda" una a otra; ellos se llaman "loco" entre si y yo me adentro en mi libro de Arturo Barea y mis pensamientos hasta conseguir oír únicamente mi propio silencio.
 

No hay comentarios: